Montañas y silencio

Ustedes imaginen, yo recuerdo: montañas, la noche empuja dulcemente al sol para hacerse completa. Los aires fríos y suaves te acarician los pies que, descalzos, arrastras despreocupada por la cabaña. Las luces de todo el valle, un pueblo entero, te hacen de estrellas terrenas y el silencio apenas se rompe por música aviaria. El frío se puede espantar con ron, vino o simplemente moviendo el cuerpo en siluetas verticales (u horizontales, según sea el caso). La noche te hace pensar en palabras que no se unen en tu boca, que se hilan unas tras otras en papel, dejadas caer por una pluma entintada. La tecnología parece ausente, si te olvidas del televisor, la nevera, la estufa y el agua caliente. Te olvidaste del verano cuando apenas pisaste montaña y sentiste altura.

Amanece, el mismo silencio dulce apenas rasgado por vocecitas aladas, te hace soñar con todas las mañanas así de altas y etéreas, con la calma deliciosa de la niebla veraniega, pero fresca. En tu balcón, el valle asoma verde, todo verde, con relieves limpios y variados, siempre verde. Dudas del mediodía, porque el sol apenas te roza y la frescura aérea persiste. Dudas de la tarde, te preguntas de nuevo si es ya verano. Miras el horizonte cerrado del valle, la carretera solariega que lleva a la civilización que estos días ignoras alegre.

Ustedes imaginarán, yo sé: volveré alguna vez, y muy pronto esta vez, a las montañas y el silencio, a la delicia de ser y estar en alturas. Y esta vez, no olvidaré subir con las fresas, el champagne y el amor. Volveré, Constanza.

Comentarios

Yomy ha dicho que…
Danielaaaaa!! este sí que me gustó... k precioso está!

sigues siendo mi favorita poeta!!

Abul.

TQM!!

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