María Ligia Grullón: Por las tablas del arte
En La 37 por las tablas,
apuesta al talento joven deseoso de aprender y trascender.
“Hacía shows
en la galería de mi casa”, relata mientras conversamos en la sala de teatro de
la casa 37 en la calle Benito Monción. Estamos en pleno centro histórico de la
urbe santiaguense en la que vive y ha desarrollado gran parte de su trayectoria
artística. La niña que disfrutaba los conciertos y las presentaciones teatrales
acompañada por don Ricardo, su padre, ahora dispone de su propio espacio para
mostrar lo que sabe y enseñar todo lo aprendido.
Sorprende
constatar que esa grácil figura que vemos danzar en escenarios variopintos e
interpretar personajes tan fantasiosos como realistas, es arquitecta graduada.
Pero los caminos del azar son inexplicables. Su tesis de grado, sobre la
rehabilitación de espacios antiguos, le sirvió para enfrentar mejor la
habilitación de las tablas que hoy constituyen su mejor legado artístico: La 37
por las tablas. “La arquitectura me dio una visión del todo, muy válida.”
Al margen de
sus orígenes nómadas, María Ligia ha permanecido en Santiago. Poco ha pesado la
tendencia del bisabuelo cirquero que vino de Brasil y se quedó, el de las
pesadillas de don Ricardo. El sacrificio de mayores oportunidades personales
tanto en el cine como el teatro, se ha visto recompensado con la posibilidad de
impactar a jóvenes que precisan de lugares como la 37 para desarrollar talentos
artísticos.
“Me inventé el
espacio no solo para ensayar y tener mi propio grupo, sino para complementar la
oferta de escuelas de arte en Santiago”, argumenta Grullón sobre la casa en que
ha invertido no solo diez años de su vida sino también sus recursos económicos,
su familia, y donde ha visto manifestarse la solidaridad de muchas manos
voluntarias y amigas, convocadas por la misma pasión que vive esta mujer: el
arte, en todas sus expresiones.
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