Entre el periodismo y las ausencias

Hay intentos que valen la pena en el fondo, pero muy en el fondo, porque si nos quedamos en la superficie del asunto, simplemente es ganas de complicarse. Ayer, tratando de graduarme de la Magna Casa de Estudios que es la UASD, me pasé un día entero entre burocracia y burócratas, lluvia y soledades, autobuses, tapones y gente. Eso sin contar la travesía del martes, para que la historia sea menos larga.

Y con todos esos temores a una le pasa por alto y por bajo la fecha que justifica esa búsqueda, una se olvida del cinco de abril de la tinta y las olivetti, del cierre y las juntas editoriales, del café después del trabajo que añoraba Márquez, de la libertad de expresión misma mancillada adrede. Y solo piensa en los cinco de cada mes que ya son memoria y vino a la salud, recuerdos de lluvia y parque, cosas que pocos comparten, para no decir dos.

Entonces una se olvida de los celebrar los ideales, las promesas de contribuir a una mejor nación, el esfuerzo por merecer la ofensa de periodista, de voz y puño de las mayorías y minorías que no pueden vocear con repercusión, que no pueden escribir con tinta mañanera o vespertina el día a día.

Pero hoy, día previo a la fecha que honrrosamente celebraré con los grandes periodistas, aun desde mi anonimato, y gracias a él también, recuerdo a mi mamá cuando al refutar que yo estudiase periodismo me decía que "tú eres una cabeza caliente y a esos los persiguen y los matan, ¿tú quieres eso? Y yo, terca e impulsiva, mucho más antes que ahora le decía "la vida es un riesgo ma, y siempre se corre el riesgo de morir".

Ahora que lo pienso, mi vida, por muy corta que parezca, por muy correctita que aparente, siempre ha estado llena de riesgos, de conflictos, de inquietudes.

El periodismo es un riesgo, pero el mal periodismo es un peligro. Algo así leía yo hace unos meses y creo que siendo así, yo prefiero el riesgo del periodismo, de los hechos de cada día, de las situaciones cotidianas, del devenir de la vida en todos sus ámbitos.

Prefiero el riesgo de la misma vida, de levantarme y caer, de ganar y perder, de presencias y de ausencias, de amor y desamor, de vino y sed. Algunos pueden decir también que la vida es un riesgo, y yo digo que mal vivir (entendiendo esto como evitar que la vida siga su curso, impedir que los años dejen su huella, negarse al amor, huir de las tristezas, desvanecer las pequeñas alegrías) es un peligro.

Así que mañana, entre el periodismo y sus riesgos, entre la vida y sus ausencias, celebraré que a pesar de los excesos y censuras, del amor y sus cuchillos, existir es un hermoso riesgo que vale la pena correr. Apostar y perder es mejor que quedarse con las fichas en la mano.

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