Insomnio

Olvidó todo. Una amnesia repentina se le alojó en la cabeza y no hubo manera de sacarla, ni siquiera con una orden de la fiscalía. Había conjurado el insomnio y ella, que caía rendida a cierta hora por inercia, no durmió esa noche. Las palabras se agotaron, pero ella las veía ahí: sucediéndose unas a otras en un tropel fabuloso, como la lluvia de mayo. Se hizo el silencio, pero el eco de aquella música desordenada seguía resonando con la fuerza de una voz verdadera. Cayó rendida justo al amanecer, porque no había remedio. Y entonces, de los agujeros en la espalda donde habían clavado los puñales, le fueron naciendo alas. Ese día empezó a soñar con volar. Y su horizonte se mudó lejos de las islas, en tierra firme.

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