Apología de la omisión

Era mar, lluvia y preludios. Se trabaron las excusas entre los vasos alegres de ebriedad. Esa oscuridad anocheciendo en alturas que hacía techo sobre tanta ansia de volar. Estuvimos tan cerca del mar. Tan cerca de orillas, tan al borde equilibradamente. La sal contenida en palabras que decían tan poco. Fue la lluvia, ese muro dulce que nos protegió del absurdo y nos empujó por la madrugada de historias y pasaportes. El preludio suspendido entre los cuerpos, tan precisamente equidistante. Tan certera la prudencia de la hora y los silencios. Pero fue mar, lluvia y preludios.

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