Lluvia carnavalesca

Siempre que llueve, llegan como paracaídas sociales los recuerdos y los momentos. Esa es la palabra, momentos. Llegan y, sin que puedas hacer mucho, se instalan en tus ojos para que no veas lo que está delante y al alcance, para que no sientas el momento en que estás. Que si no adviertes rápido, se te va con el mismo ánimo que llegaron los viejos inquilinos.

Siempre que una va al carnaval, aparece un diablo con fuete y te golpea. Y entonces te duelen todos los golpes que la vida te ha dado: la pela de tu mamá, el boche de la directora del colegio, la galleta del pleito con la compañera de curso, los primeros cuernos, los segundos, los terceros, la certeza de que te enamoraste y lo sabe, los amigos que te abandonan en las buenas y en las malas. Pero solo es un toque y cuando el vegigazo es historia, te recuerda que tienes un trasero que ha aguantado eso y más. Y que, para que la lluvia te moje y los diablos te peguen tienes que estar viva, irremediablemente viva. Y justo en ese instante, un trago de fría cae buenísimo. Y la música se te mete al cuerpo para celebrar ese pequeño milagro.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Daniela esos golpes ademas te dejan unos moraossss encendidos pero que se borran al pasar de los dias. Son mejores que otros golpes que no se borran ni con el pasar de los anos.

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