Más allá de los cascabeles

Suena la sirena de los bomberos. Pero nadie entra en pánico en los alrededores del Monumento a los Héroes de la Restauración en Santiago. Los hombres con uniforme del camión incluso se permiten sonreír. El tramo de la avenida Francia, entre Las Carreras y la calle Del Sol, ya está listo para recibir los lechones, los fuetes y las comparsas.

Es el desfile final del Carnaval de Santiago 2012. La multitud, nada distinta de los anteriores domingos de febrero. El "lechódromo" provisto para la transmisión en televisión y deleite de las marcas patrocinadoras, mantiene las mismas dos vías de la Francia. En dirección Sur-Norte, numeradas y organizadas, las diversas comparsas, lechones, personajes y demás desfilantes, hacen sus mejores danzas y muecas para ganarse la algarabía del público y la atención de las cámaras fotográficas y de televisión. En dirección Norte-Sur, el pueblo mezclado, disfrazados y civiles, intenta ver y dejarse ver, sorprender lanzando confetis, dejando que la carne suelte los agobios y el espíritu libere las presiones habituales.


Los colores te llenan las pupilas mientras el sonido de los cascabeles te contagia los pies. Cintas, telas, vejigas y fuetes cubren grandes cuerpos y pequeñitos debutantes en una sola masa que rodea el Cerro del Castillo y sus contornos... La fiesta de la carne es también del alcohol, de la música popular en exceso de decibelios, de las familias buscando diversión gratuita, de los perseguidores de la imagen y la luz, de los ratings televisivos, de las travesuras de lechoncitos agitando su fuete mientras aprenden a caminar, de la gente que trabaja de lunes a viernes a sol y sombra en esta ciudad.

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